Después de comer, nuestro cuerpo se concentra en la digestión de los alimentos que hemos ingerido. Para ello, se envía más sangre y oxígeno al sistema digestivo, lo que hace que el flujo sanguíneo en otras partes del cuerpo disminuya, incluyendo el cerebro.

 

Además, durante el proceso de digestión se liberan hormonas como la insulina y el factor de crecimiento similar a la insulina (IGF-1), que ayudan a las células a absorber la glucosa del torrente sanguíneo para obtener energía. Sin embargo, esto también puede provocar una disminución en la glucemia en sangre, lo que puede afectar la actividad neuronal y la sensación de somnolencia.