Probablemete hayáis visto o leído en el periódico, en el Facebook, en cualquier web que hable de la tele o en cualquier otro lugar el tremendo éxito que cosecha cada miércoles el programa presentado por Bertín Osborne en la 1 de Televisión Española, "En tu casa o en la mía".
Yo debo reconocer que el programa es un programa muy bien hecho (mención aparte para los geniales temas musicales que aparecen en el programa). Las entrevistas resultan ser ágiles, no se hacen pesadas y se descubren cosas tanto del entrevistado como del entrevistador. A pesar de que haya muchos detractores que se quejan del programa, todo sea dicho.
En una de las últimas entrevistas, Bertín mencionó este tema, que había perdido a unos tíos después de la Guerra Civil. Días después, al ser entrevistado en la cadena SER, se le volvió a preguntar sobre el tema de la guerra y aseveró que, y cito textualmente, "lo había olvidado".
Aquí os cuelgo la historia completa, según una noticia de investigación de ElMundo.es. La historia en la que ocho parientes de Bertín fueron ejecutados en el mes de noviembre del negro año 36.
Es más, por uno de esos tíos, el presentador se llama Bertín.
"Le envío, con estas letras, una fotografía mandada sacar expresamente
de mi vieja y averiada efigie y de mis dos hijos. Norberto acaba de
cumplir 18 años y cursa 3º de Derecho. María, 21, sustituye a su madre
(fallecida) en el gobierno de la casa".
Es marzo de 1920 y el conde de las Navas escribe esta carta a su amigo Everett Ward Olmsted.
"En cuanto el mundo se serene un poco", le dice, mandará a su hijo unas
semanas a Estados Unidos. Pero el mundo (y España) no se serenará. No
se sabe si aquel joven, Norberto López de Valdemoro y Fesser, llegó a cruzar el Atlántico, pero sí que perdió la vida pronto. En los primeros meses de la Guerra Civil, con sólo 34 años, fue fusilado en Paracuellos del Jarama,
a 26 kilómetros de Madrid. Por él uno de los rostros más famosos de la
España democrática lleva su nombre. Así se llama en realidad Bertín Osborne: Norberto (Ortiz Osborne). Como el "tío Bertín", el tío de su padre al que nunca conoció.
Estos
días el presentador ha rescatado de su memoria a su tío abuelo Norberto
a raíz de las críticas que ha recibido una de sus entrevistas de En la tuya o en la mía,
el programa que está revolucionando la maltrecha audiencia de TVE. Sin ir más lejos, el miércoles de la semana pasada, con Mariano Rajoy como invitado, batió récords:
23% de cuota de pantalla, picos de 8,7 millones de espectadores y un
empujón perfecto a la campaña del presidente. La polémica surgió cuando
en el sofá del artista se sentó una (exageradamente) dicharachera Carmen
Martínez-Bordiú: los críticos denuncian que Bertín trató demasiado bien a
la nieta de Francisco Franco, que no le hizo preguntas incómodas... Que
la conversación dejó como regusto final una imagen positiva del
dictador. El cantante ha defendido su estilo cordial, e incluso,
molesto, el olvido de las "dos Españas": "A mí me mataron a siete tíos
carnales fusilados en Paracuellos. ¡Y no lo digo nunca y yo lo he
olvidado! (...) Y si me olvido yo, se pueden olvidar los demás".
Bertín
habló de "seis o siete" parientes, pero sus antepasados asesinados en
el acelerado mes de las sacas en Madrid fueron al menos nueve. El
primero murió el 7 de noviembre y el último, el 24. Todos en tan sólo 18
días de 1936. Crónica reconstruye la historia de esos nueve nombres (confirmados por la familia) a partir de documentación histórica y de la
colaboración de José Manuel de Ezpeleta, portavoz de
la Hermandad de Nuestra Señora de los Caídos de Paracuellos del Jarama y
uno de los mayores conocedores de aquellas ejecuciones masivas.
Norberto López de Valdemoro y Fesser, el tío Bertín,
había nacido en 1902 en una familia de la aristocracia española. Su
padre, Juan Gualberto López de Valdemoro y de Quesada, era más que conde
de las Navas y del Donadío de Casasola: malagueño afincado en Madrid,
era un prolífico escritor, catedrático cultísimo, miembro de la Real
Academia de la Lengua Española y alto cargo del Rey Alfonso XIII como director de la biblioteca del Palacio Real entre 1893 y 1931. El conde participaba en tertulias culturales (con Emilia Pardo Bazán, Marcelino Menéndez Pelayo, José Zorrilla o Rubén Darío entre otros)
y en su biblioteca personal conservaba una imponente colección de
libros que mandaba encuadernar según la materia: los relacionados con el
chocolate lucían lomo marrón, los que trataban sobre asuntos marítimos,
azul celeste... Norberto era su único hijo varón y en él el conde y su
esposa, Manuela Fesser y Fesser, depositaron todas sus esperanzas.
El
joven estudió Derecho y era abogado de la Escuela Técnica Superior de
Ingeniería (ICAI). Aficionado al deporte, con 21 años salió en ABC por ganar el primer premio de un concurso de "tennis" en la modalidad de "hándicap individual
para caballeros". Con 22, siguiendo los pasos de su padre, entró a
Palacio como mayordomo de semana del Rey, un grupo selecto de miembros
de la nobleza que se turnaban para almorzar con el monarca, asistirle y
acompañarle en los actos oficiales, sentados siempre frente al trono.
"Me sonrió y se despidió"
Cuando
en 1931 llegó la II República, el padre dimitió de su cargo al frente
de la Real Biblioteca que aún guarda sus cartas. No llegaría a ver el
inicio de la Guerra Civil, cinco años después. Para entonces Norberto no
sólo era hijo de quien era; él mismo se había involucrado en política.
Pertenecía a Renovación Española y a Falange, según la declaración
judicial que su hermana María hizo al acabar la guerra, en 1940. El
libro Héroes y mártires de la aristocracia española, publicado
por el marqués de San Juan de Piedras Albas en 1945, apunta que Norberto
actuó de enlace para el golpe de Estado, aunque este tipo de
investigaciones buscaba precisamente glorificar a los llamados
"mártires", y no existe mucha más información sobre él.
Pero Bertín Osborne no sabe de aquel hombre por los libros de historia más o menos propagandísticos, sino por su padre, Enrique Ortiz y López de Valdemoro: el sobrino que, con ocho años, dijo adiós a su tío Norberto.
Enrique
estaba sentado sobre las rodillas de su tío cuando el 17 de agosto de
1936 llegó un coche sin capota lleno de milicianos al piso en el que
vivía con sus padres, en el número 8 de la calle Alcalá Galiano. "Entraron en la casa con los fusiles de asalto preguntando por el tío Bertín",
cuenta. Tiraron al niño al suelo y sujetaron a Norberto. "Le sacaron a
empujones y lo montaron en el coche. Mis padres vivían en el primer piso
y yo, que adoraba a mi tío Bertín, me asomé a un balcón y vi cómo mi
tío me sonreía y se despedía de mí, desde el coche. Fue la última vez
que lo vi".
Lo llevaron a la Dirección General de Seguridad y de
allí a la cárcel de Porlier (el colegio de los escolapios en la calle
del mismo nombre que durante la guerra se usó como prisión). En una
expedición de presos, las llamadas sacas, lo trasladaron el 24 de
noviembre a Paracuellos. Allí se fusilaba en fila a los considerados
contrarios a la República, que caían sobre unas fosas que habían
excavado los lugareños, avisados de que al día siguiente habría "besugos
frescos"; hombres que, con los ojos abiertos por el miedo, caminaban
hacia la muerte segura.
El "tío Bertín" murió sin descendencia,
así que el título de conde de las Navas pasó a su hermana María y
después a su sobrino Enrique. Hoy lo ostenta la hermana del cantante, María Teresa Ortiz Osborne. El padre de Bertín le recuerda todos los días: un busto suyo de bronce preside el salón de su casa, cerca de la Castellana.
Dionisio y sus cuatro hijos
Otros ocho antepasados de los hermanos Ortiz Osborne habían muerto asesinados antes que Norberto en aquel mes negro de 1936.
El 8 de noviembre fue el último de Ramón Martínez de Velasco y Fesser.
Ramón era ingeniero electricista en Electra Castellana y tenía sólo 24
años. Por las noches daba clases de matemáticas en la Academia Nocturna
del Centro de Acción Católica de Madrid. Vivía con sus padres y ocho
hermanos en la calle Serrano número 24. De aquella familia no sobrevivió
ni la mitad. La madre, Joaquina Fesser Fernández (emparentada
con la abuela paterna de Bertín Osborne), fue quien en junio de 1942
enumeró ante un juez la lista de muertos que más duele: su marido,
cuatro hijos, su hermano y su sobrino. Siete. El episodio era habitual:
los milicianos buscaban al padre y se llevaban también a los hijos.
A
Ramón dos policías se lo llevaron de su casa el 2 de noviembre del 36.
Lo metieron en la comisaría de la calle Prim y un día después lo
trasladaron a la cárcel Modelo, también llamada la Celular. El día 8 lo
sacaron de allí para matarlo. Fue uno de los más de 400 prisioneros
trasladados aquel día a Paracuellos o bien a Torrejón de Ardoz, como le
ocurrió a él, porque en el primer cementerio aún no había dado tiempo a
enterrar todos los cuerpos de las ejecuciones de la víspera y de esa
misma mañana... Su cuerpo fue identificado y exhumado en 1940 y sus
restos, enviados a la fosa número 7 que se abrió en el cementerio de Paracuellos
después de la guerra. Los números no coinciden porque hay varios
cuerpos en cada ataúd. El de Ramón es el cadáver 301 del féretro 257.
El 20 de noviembre le siguieron los demás. El padre, Dionisio Martínez de Velasco y Velasco,
abogado de 61 años, muy religioso (era de la asociación católica
Adoración Nocturna) y afiliado a la derechista Acción Popular. Sus
jovencísimos hermanos Alberto (22 años), José Félix (18) y Carlos (17),
estudiantes los tres del colegio del Pilar y el primero, afiliado a
Acción Popular. (José Manuel de Ezpeleta ha registrado
por el momento a más de 300 fusilados menores de edad; algunos no
llegaban a los 15 años). La lista sigue: el hermano de la mujer,
Guillermo Fesser Fernández, licenciado en Letras y afiliado también a
Acción Popular, de 47 años. Y su sobrino Emilio Martínez de Velasco y Romano, un estudiante de 26 años que no militaba en ningún partido.
Aquel
20 de noviembre de hace 79 años, a las tres de la tarde, las milicias
de la FAI (Federación Anarquista Ibérica) entraron a esa misma casa de
Serrano 24 y los capturaron. Los llevaron a una checa y los fusilaron
después a todos en la calle Velázquez, según el relato de la viuda. Los
seis cuerpos fueron hallados dos días después en el depósito judicial.
Las
ejecuciones habían empezado antes. El presidente Largo Caballero se
había llevado el Gobierno a Valencia y había dejado el caótico Madrid en
manos de la Junta de Defensa. Entonces empezaron a organizarse las
grandes expediciones o sacas de presos, desde las cárceles hasta los
mataderos. Ese primer día, ese 7 de noviembre, murió Francisco Javier
Alonso Sotillo.
Francisco, de 46 años, estaba recién casado con
María Teresa Osborne Tosar (tía de la madre de Bertín, María Teresa
Osborne y Marenco) y trabajaba como restaurador en El Escorial. Llevaba
ocho días retenido. El 30 de octubre, funcionarios de la División Social
lo habían apresado en su casa. Lo habían llevado junto a un centenar de frailes y civiles
del monasterio en camión hasta Madrid. El grupo se disgregó: a unos los
trasladaron a la cárcel de San Antón y a otros, como a él, a la Modelo.
Le acusaban de "desafección al Régimen", a la República; un informe del
Servicio de Información y Espionaje le tildaba de "fascista peligroso",
según consta en un escrito del Tribunal Supremo descubierto por
Ezpeleta.
En la Modelo, en cuyas galerías cientos de reclusos se
tapaban con la poca ropa que tenían, pasó una semana, hasta la fría
madrugada del 7 de noviembre. En una de las expediciones organizadas ese
día, a Francisco lo llevaron a Paracuellos y allí murió fusilado.
En febrero la Justicia lo empezó a buscar para juzgarlo: no sabía que
llevaba tres meses sin vida, en una fosa común. Su mujer estaba
embarazada de tres meses cuando lo mataron, y el hijo de ambos nació sin
padre. En 2009 Bertín Osborne acompañó a ese hijo, Javier Alonso
Osborne, director adjunto de la revista ¡Hola!, a la presentación del
diario editado de su madre, titulado: "A mi marido lo asesinaron en
Paracuellos".
La cifra total de asesinados por el bando
republicano (militares, religiosos y también civiles) en las sacas que
se produjeron entre el 7 de noviembre y el 4 de diciembre genera
controversia. La aproximación en la que coinciden más historiadores
ronda los 2.500 fusilados. En su recuento personal, José Manuel de
Ezpeleta, que ha dedicado los últimos 15 años de su vida a elaborar la
lista completa de los fusilados y sus circunstancias en medio de una
maraña de datos confusos, lagunas y pocas ganas de recordar, eleva ese
número. Dice tener contabilizadas a unas 4.300 personas ejecutadas en
Paracuellos más otras 800 fusiladas en otros lugares de Madrid que,
terminada la contienda, fueron enterradas en una nueva fosa abierta en
este cementerio, la número 7.
No hay ninguna lista oficial de
víctimas ni tampoco una respuesta clara a la pregunta de quién dio la
orden. En el libro: "Paracuellos. Una verdad incómoda", publicado este
año, el hispanista Julius Ruiz concluye que el fallecido líder del
Partido Comunista de España (PCE), Santiago Carrillo, otorgó su consentimiento a aquellas ejecuciones. "Yo lo he olvidado", dice el último líder de la televisión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario