Todos los zaragozanos, y todos los turistas que hayan paseado por la plaza de Nuestra Señora del Pilar los habrán visto alguna vez, y muchos nos hemos preguntado: "¿se puede saber que hacen esos señores con un palo?". Recorren las calles más centricas de la ciudad una y otra vez, entonando cánticos religiosos y alzando palos de fregona a los que les han cambiado el mocho por crucifijos gracias a la siempre infalible cinta aislante. Cuando se les pregunta de qué viven, ellos suelen responder ufanos que de la divina providencia.
Empezó siempo uno solo, pero ahora ya son cuatro los hombres habituales que hacen eso. De vez en cuando les acompaña una mujer. Ellos mismos se definen como "simples seglares católicos" y donde muchos ven excentricidad, ellos ven una acción evangelizadora. Reconocen que muchos de sus amigos y familiares ni aceptan ni entienden lo que hacen y dicen que asumen con total tranquilidad los insultos que les suelen dedicar algunos viandantes a diario.
Jesús Alcalá fue el pionero. El primero de todos. Comenzó su insistente deambular por las calles de Madrid en 1995 porque, y según él mismo, no entendía que el catolicismo no practicase la evangelización como sí lo hacen otras ramas del cristianismo. "Como los testigos de Jehová", dice señalando el puesto habitual de información instalado por los evangelistas en el paseo de la Independencia. En 1998 abandonó la tarea para retomarla con fuerza dos años después en Zaragoza. En concreto el 2 de enero de 2000. Jesús asegura que fue la misma Virgen del Pilar quien le llamó a seguir con la labor que comenzó en la capital de España y desde entonces lleva quince años paseando por Zaragoza con el crucifijo y sus rosarios. En todo este tiempo, Jesús, su palo y su sombrero se han convertido ya en una imagen "típica" de la ciudad.
Juan Castillo es el otro que lleva sombrero. Es natural de Santo Domingo, vino a España siendo turista, se enamoró de una mujer y se quedó aquí. En la actualidad sigue casado con ella y dedica las horas de jornada laboral a "evangelizar" por las calles de Zaragoza. "Al principio ella no lo entendía pero yo siempre he tenido mucha devoción y al final lo he aceptado", asegura Juan. Su compañero Jesús matiza, de manera aguda que "para las mujeres que trabajan es difícil aceptar que sus maridos se dediquen a esto".
Pablo, el que tiene el crucifijo más grande, es hermano de Jesús y también está casado. Trabajaba en el sector de la hostelería y durante años no quiso saber nada de la forma de vida que tenía su hermano, al igual que el resto de su familia. Sin embargo, hace año y medio que se armó de valor, cogió su propio palo y se unió al perpetuo deambular por Zaragoza.
El cuarto evangelizador, y el menos charlatán, es Manuel Rojo, un cordobés que fue usuario de una residencia clausurada, que especificaremos más adelante, y que tras su cierre se quedó a vivir con Jesús y otra de las hermanas de éste. Cuenta que él era albañil hasta que la crisis le pilló de lleno y le resultó imposible encontrar un nuevo trabajo.
De qué viven es un misterio, aunque no tan grande. Ante la pregunta, ellos responden que "si tienes fe, Dios no te va a abandonar". Sin embargo, dos de ellos están casados con mujeres que trabajan y Jesús es propietario de varios edificios enteros que alquila por apartamentos. Jesús, además, gestionó un centro de acogida para personas desamparadas que estuvo abierto durante 23 años en la calle Casta Álvarez de Zaragoza. Centro que fue cerrado en abril de 2011 por graves deficiencias, irregularidades y falta de licencias.
(Fuente: Heraldo.es)
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