Fue un fin de obras mucho más frenético de lo que pareció en su día. La crecida del Ebro, tras un mes de mayo con 22 días de lluvias, algo insólito en los 105 años anteriores,
hizo que los operarios siguieran el 13 de junio de 2008 por la mañana
instalando los triángulos de 120 formatos diferentes que recubren la
fachada del Pabellón Puente de Zaha Hadid. Los plazos eran tan ajustados
que el mismo Roque Gistau,
presidente de Expoagua, indicó al personal de seguridad de la Casa Real
que, si tenían que salir para que chequearan el recinto esa mañana,
"avisara al Rey para que no viniera porque la Expo no se inauguraba".
Pero la ceremonia se celebró, aunque de un modo muy distinto al que se
había pensado.
El espectáculo 'Iluminar', del francés Christophe Berthoneau,
era el plan B. La crecida forzó la decisión, que se adoptó en los
últimos días. De hecho, los invitados a la gala inaugural tenían
asignados asientos en el frente fluvial y en el Palacio de Congreso, y
estaban advertidos de que, en esta ocasión, el Ebro condicionaría el
escenario final. Los fuegos artificiales iluminaron la Torre del Agua, un icono que vio limitada su altura para no superar los 94 metros de altura de las torres de la Basílica el Pilar.
En los 93 días que duró la Expo todos los días pasaban cosas, unas
buenas, y otras no tanto. Días que pusieron a prueba los nervios del
personal de protocolo, que consiguió que los 16 jefes de Estado, los 20
jefes de Gobierno y los 89 ministros que pasaron por Ranillas, en
representación de más de un centenar de países, se fueran contentos.
Solo hubo una queja, la de Lituania, porque una grúa manchó de grasa su
bandera una de las veces en la que iba a retirarla.
No hubo fallos con los himnos nacionales. Pero sí se solventó 'in extremis' una posible crisis a causa de las banderas. En el Día de Paraguay, estuvieron a punto de izar la bandera de El Salvador
porque estaba mal empaquetada. Y se dieron cuenta cuando apenas
quedaban siete minutos para la llegada de la delegación nacional. Dos
miembros de protocolo corrieron al hotel Hiberus y, mientras uno pedía
permiso, el otro iba 'birlando' la enseña. Un problema más: faltaban sus
dos escudos. Regresaron corriendo al hotel y se llevaron la grapadora.
El cierzo que soplaba en Zaragoza, y que impidió que la bandera ondeara
por completo, hizo el resto.
Son muchos los que destacan la asistencia de Mijaíl Gorvachov,
el último líder de la extinta Unión Soviética, a la Expo 2008. Lo que pocos
saben es que se quedó 'colgado' en un ascensor del Palacio de Congresos de Huesca,
en uno de los actos que se celebró fuera de Ranillas. También cautivó
Naruhito, el príncipe heredero de Japón, tanto que muchos le abrazaron.
Pero él hizo gala de una extraordinaria paciencia y, como los japoneses
le saludaron al modo tradicional, el cariño de los zaragozanos no acabó
en un incidente internacional.
Algunos países ponían sus condiciones. Lituania que trajo el agua de
su país, y Kazajistán quería que parara el teleférico en su día nacional
por motivos de seguridad. Solo desistió al conocer lo que tendría que
pagar si lo hacían. El Congreso de Viena regula las relaciones internacionales y hay que tratar igual a todos los países, con independencia del tamaño que tengan.
Aunque ya lo esperaban, los participantes de algunas comitivas
internacionales se ponían enfermos en cuanto pisaban España. Sí hubo un
caso crítico, el de un viceministro norcoreano que intentó curarse a
base de vísceras de cerdo y acabó en el hospital bastante grave.
Afortunadamente se salvó.
No hubo tranquilidad ni siquiera en la ceremonia de clausura. Si el
Ebro obligó a modificar la ceremonia de inauguración, el cierzo estuvo a
punto de dar al traste con la de clausura. Apenas unos minutos antes
del inicio del espectáculo pirotécnico, se logró la autorización para
poder lanzar los fuegos artificiales. Y nadie se dio cuenta. Así que no
es de extrañar que la mayoría de los responsables perdieran
peso; algunos acabaron con diez kilos menos.
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