Isaac Peral y el submarino. El submarino e Isaac Peral. Es imposible pensar en el inventor
cartagenero sin hacerlo también en su creación. A pesar de ello, la
historia que hizo posible la fabricación del vehículo, repleta de
adelantos tecnológicos y tejemanejes políticos, ha caído en el olvido.
Ahora, un libro publicado por un descendiente del marino pretende
arrojar algo de luz sobre esta innovación patria.
“La relevancia
de Peral es comparable a la de Tesla, solo que la figura de este último
ya se revindica mientras que el español permanece olvidado”, asegura a
Teknautas el autor de 'El submarino Peral: de la gloria a la traición' (Ágora,
2015), Javier Sanmateo. Este investigador especializado en los
entresijos históricos que rodean el origen y la invención del submarino
moderno sabe de lo que habla: como bisnieto del cartagenero ha tenido
acceso a documentos familiares que, sumados a sus propias pesquisas en
bibliotecas y archivos, le han permitido escribir varios libros sobre la
materia.
En el libro, Sanmateo no solo defiende la importancia
que supuso su antepasado para la historia de la ciencia, sino su papel
imprescindible durante la revolución industrial. Además, denuncia las
conjuras urdidas contra Peral para hundir el proyecto del submarino,
intentos que tuvieron un éxito intermedio: aunque el arma vio finalmente
la luz, el inventor no obtuvo el reconocimiento merecido.
Adelantado a su tiempo
Isaac Peral (1851-1895) fue teniente
de la Armada a la vez que científico e inventor. En 1885, consciente de
la debilidad naval de España, informó al ministro de Marina de la
posibilidad de desarrollar un arma submarina como defensa ante posibles
ataques.
El 'Peral', botado en 1888, se diferenciaba de los toscos intentos
anteriores por su propulsión eléctrica. El submarino contaba con dos
motores de 30 CV, “los primeros de tal fuerza construidos en el mundo”, y
cinco más auxiliares de menor potencia. El vehículo contaba
también con un lanzatorpedos y un sistema para mantener la profundidad
de forma automática, ambos con diseño de Peral. Para Sanmateo, sin
embargo, la clave se encuentra en la naturaleza eléctrica del invento,
adelantado a su tiempo si se compara con el resto de motores. “Se
trata de la primera máquina importante accionada por un motor
eléctrico”, escribe el autor. A Sanmateo le gusta comparar el submarino
de su antepasado con el Benz Patent-Motorwagen, el primer vehículo con
motor de combustión interna de la historia. Además, Sanmateo defiende que Isaac Peral es el único inventor del
submarino moderno. El 'Ictíneo' botado por Narciso Monturiol en 1859,
casi 30 años antes que el 'Peral', "jamás" llegó a navegar por debajo de
la cota periscópica. Según asegura, todo quedó en un "absoluto fracaso"
con tecnología "obsoleta" en el que los propios inversores terminaron
por reclamar su dinero a Monturiol.
Peral y Google
Decir que Peral inventó el submarino no hace
mérito a todas las tecnologías que tuvo que diseñar para que esta arma
funcionara, desde los motores a la letrina. Pero el ingeniero no se
limitó a su vehículo. “Es sin duda uno de los máximos exponentes de la
ciencia española del siglo XIX”, afirma Sanmateo, que asegura que
existen en España siete registros de patentes con su nombre. El
acumulador Peral fue una de estas patentes, una especie de pila que
resultaba esencial para el funcionamiento del submarino. Durante los
años siguientes, el inventor mejoró su creación, interesado por el
aprovechamiento de la energía eléctrica. Así, en la calle
Mazarredo, Peral construyó su fábrica de acumuladores, “la primera de
España y probablemente del mundo” con estas características. Según
Sanmateo, todas las centrales eléctricas del país hicieron pedidos.
El
final de la fábrica llegó con la inesperada muerte de Peral a los 43
años. Sanmateo explica cómo la fábrica fue vendida por los albaceas del
testamento a la casa Tudor, dejando sin el único medio de vida y por lo
tanto en la ruina a la viuda e hijos del inventor. En este sentido, el
investigador sospecha que el acumulador del murciano pasó a formar parte
de esta empresa extranjera. Curiosamente, el edificio de la calle
Mazarredo sigue siendo un lugar consagrado a la investigación
tecnológica: la fachada restaurada alberga en su interior el Google Campus, dedicado al emprendimiento. En un muro, una placa colocada a petición de Sanmateo homenajea a Isaac Peral.
De la traición al olvido
Dos años después de la botadura, en
1890, el Gobierno desestimó el proyecto de Peral, pese a que se había
adelantado 15 años a las demás potencias de la época. Irónicamente,
España no volvió a ver un submarino hasta 1916, una década después de
que el resto de armadas tuvieran un arma como esta.
Sanmateo focaliza el rechazo a Peral y a su submarino en la figura
del 'maléfico' Basil Zaharoff, empresario de armas de origen griego
(quien, por cierto, aparece en la aventura de Tintín 'La oreja rota').
El investigador enumera las estrategias del negociante para impedir el
éxito de Peral, desde sabotajes y boicots a sobornos y tráfico de
influencias. La mayor parte de 'El submarino Peral' se centra en
relatar esta conspiración destinada a beneficiar al propio Zaharoff,
proveedor del ejército español cuyos ingresos podían verse afectados por
una flota de submarinos. En ella participaron políticos, empresarios y
periodistas de la época, cuyo resultado fue la caída en desgracia del
militar cartagenero. Peral se dio de baja en la Armada en 1892,
condenado al ostracismo por su empeño en sacar adelante un submarino que
consideraba necesario para garantizar el futuro del país. En 1898,
España era vapuleada en una guerra hispano-estadounidense cuyo desenlace
bien pudiera haber sido distinto de haber contado con la presencia de
submarinos. Más de un siglo después, la familia del inventor lucha por
poner a Isaac Peral en el lugar que le corresponde en la historia como
científico, pionero e inventor.