Durante el conocido como puente de la Purísima o de la Inmaculada hay muchas personas que aprovechan para colocar la decoración navideña en sus
hogares y, para ello, echan mano de aquellos elementos que llevan
guardados de navidades pasadas o se desplazan a algún mercado navideño.
En la actualidad nos encontramos los puestos de esos mercadillos navideños
desde principios del mes de diciembre o incluso desde finales de noviembre, pero
tradicionalmente se realizaba el 13 de diciembre, coincidiendo con la
festividad de santa Lucía (uno de los más conocidos es la Fira de Santa Llucia que se celebra en Barcelona y que es colocada frente a la Catedral).
El hecho de que esos mercados coincidieran con dicha onomástica fue a raíz de la cristianización de las tradiciones paganas a partir del siglo IV después de Cristo.
Hasta entonces y coincidiendo con esta época del año, se celebraban unos mercados previos a la celebración del Solsticio de Invierno y la conmemoración de la festividad del Sol Invictus (sustituido posteriormente por la Navidad).
Con la expansión del cristianismo, se sustituyeron la mayoría de
celebraciones paganas y el mencionado mercado previo al solsticio (con
el que se compraban las provisiones para el invierno) se transformó en un
mercadillo navideño.
La fecha del 13 de diciembre fue escogida por ser la efeméride del fallecimiento y martirio de Lucía de Siracusa
en el año 304 después de Cristo. Esta fecha coincidía en el entonces calendario Juliano
con el día del solsticio de invierno y que, cuando se impuso el
calendario Gregoriano en el siglo XVI, se avanzó diez días la
festividad y con ello la feria y mercado navideño.
Hay mucha gente que sostiene que la fecha en la que se debe empezar a colocar los adornos navideños es el 6 de diciembre, día de San Nicolás (nombre originario de nuestro Papá Noël). Pero eso depende de cada uno.
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