En los pasados días, a raíz de las elecciones presidenciales en Estados Unidos, hemos escuchado y leído en todos los medios y redes sociales que se repetía el término ‘pucherazo’, en relación a una posible alteración en los resultados del estado de Wisconsin tras el recuento de los votos que favorecía al candidato demócrata, Joe Biden.
Este término, cuya acepción en el diccionario de la RAE es: "Fraude electoral que consiste en alterar el resultado del escrutinio de votos", añadiendo que la expresión ‘Dar pucherazo’ (o ‘Dar un pucherazo’) significa "computar votos no emitidos en una elección".
Tanto el término como la expresión para hacer referencia a ese tipo de fraude, se originaron en el último cuarto del siglo XIX, tras la restauración de la monarquía borbónica y en la que los dos grandes partidos en España en aquella época (conservadores y liberales) pactaron irse turnando en el poder, sin dar posibilidad alguna de gobernar a otras formaciones políticas (moderados, progresistas y republicanos).
El rey Alfonso XII, en connivencia con los líderes del Partido Liberal y el Partido Conservador (Práxedes Mateo Sagasta y Antonio Cánovas del Castillo), iba disolviendo las Cortes cada cierto tiempo, acordado previamente entre ellos, y se convocaban unas nuevas elecciones, que eran manipuladas para que en el recuento de votos saliera ganador aquel candidato del otro partido que no estaba gobernando hasta ese momento y la siguiente vez a la inversa. Y así, una y otra vez durante las siguientes décadas.
Así pues, se tenía guardadas unas papeletas, del partido que debía ganar esas elecciones y en base a la cantidad que se necesitaban para la mayoría se extraían, en una especie de urna y muchos son quienes indican que semejante a un puchero u olla de cocina, surgiendo de ahí el término ‘pucherazo’.
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