martes, 3 de noviembre de 2020

¿Por qué las elecciones presidenciales de EE. UU. se celebran en martes?

Hoy, 3 de noviembre de 2020, millones de ciudadanos estadounidenses están llamados a acudir a las urnas, por la celebración de las elecciones presidenciales. El martes 3 de noviembre no es fruto de la casualidad, ni mucho menos es una fecha que fue elegida recientemente, sino que se estableció por norma legislativa hace 171 años cuándo debe caer exactamente la fecha de todas las elecciones (siempre y cuando no se modifique constitucionalmente en el futuro).

La elección de la fecha para ir a votar hoy en día nos podría resultar enrevesada e incluso ridícula, pero en su día tenía una explicación lógica.

Fue el 23 de enero de 1845 cuando se estableció la fecha en la que los electores deberían acudir a las urnas a elegir al nuevo presidente. Para ello, se tuvieron en cuenta una serie de factores y variables como por ejemplo la climatología y disponibilidad de los electores para poder desplazarse.

 

La mayoría de los norteamericanos en aquella época se dedicaba a la agricultura, por lo que había que descartar los meses comprendidos entre marzo y octubre, pues eran los de mayor actividad laboral (los que iban desde la siembra a la recolección). Desde mediados de diciembre hasta final de febrero quedaba descartado por motivos meteorológicos: era invierno y el traslado hasta las sedes del condado donde se emitían los votos sería dificultoso, además de que el frio provocaría que muchos electores se quedaran en sus casas en lugar de ir a votar.

De ahí que se decidiera que la mejor época para llevarse a cabo las elecciones era dentro de los primeros días del mes de noviembre, unos días en los que en la mayoría de los Estados Unidos las temperaturas todavía son suaves. Otro motivo era porque así también daría tiempo a que, trascurridas cuatro semanas que marcaba la ley y con escrutinio ya terminado, se pudieran reunir los representantes escogidos y éstos podrían decidir quién era el presidente electo que tomaría posesión el 4 de marzo (el 20 de enero desde 1937).

El siguiente paso era decidir qué día concreto (dentro de los primeros días de noviembre) sería el escogido para ir a votar. Teniendo en cuenta que para acudir a ejercer el voto eran muchos los ciudadanos que vivían en entornos rurales que necesitarían un día de ida y otro de vuelta, se empezó a descartar días no viables para ellos: el lunes no podía ser porque el domingo era día de culto religioso y por tanto no se podía salir de viaje. El miércoles era día de mercado en todas las poblaciones y por tanto ese día tampoco se salía de viaje, lo que provocaba que el jueves también quedase descartado. El viernes tampoco podía ser porque el viaje de regreso se hubiese tenido que realizar en sábado (también día de culto religioso, en una época en la que la devoción religiosa era lo más importante para los ciudadanos). Por tanto el único día viable que quedaba era el martes, pero no podía ser cualquier martes, ya que este no podía caer en día 1 de noviembre (día de Todos los Santos, fecha no festiva en EE. UU. ni de culto religioso, por lo que se respetaba el día para honrar a los difuntos pero se daba libertad para partir de viaje).

Así pues, de esta manera tan rebuscada, fue cómo se escogió el día en que debían caer las elecciones y que este fuera el martes posterior al primer lunes de noviembre.

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